Para todos aquellos que cultivamos, cuidamos y amamos la poesía, hoy es un día importante, tal y como hace dos días lo fue para los padres. De alguna manera nosotros, los poetas, también nos sentimos orgullosos de nuestras creaciones. Forman parte de nuestro ser y captan, en esencia, nuestros sentimientos como las pinceladas de los pintores toman instantáneas del mundo circundante. Quisiera agradecer a todas aquellas personas cuyos cauces se han cruzado en el discurrir de mi torrente vital y han contribuido a aumentar mi caudal poético. Gracias a todos.
Yo no tengo sangre
Roja como el sol al atardecer del alma.
Por mis venas corre fresca poesía,
Dulce como el sabor de tus labios,
Melancólica mermelada de fresa que unta mi amor
Sobre tiernas caricias crujientes y sin corteza.
Me gusta observaste mientras duermes
Desde mi pequeño asteroide en alguna galaxia perdida.
Cada gesto mullido de tu rostro me sugiere un verso,
Una estrofa cálida y nostálgica con la que describir
El refrenado deseo que este pétreo cuerpo profesa hacia ti.
Sabes cuánto me gustaría estar a tu lado,
Compartir contigo cada nueva mañana,
Pasear bajo la luz de la Luna
Mientras damos nombres a las estrellas,
Envejecer juntos sin miedo
A confesar quiénes somos.
Sin embargo, a veces, en la vida
Hay que tomar amargas decisiones
Que son más importantes que nuestros deseos,
Elecciones que nos hacen infelices
Y nos obligan a alejarnos de los que más queremos.
No espero que recibas con alegría estas palabras,
Ni menos aún que las comprendas.
Sólo quiero darte unas retorcidas razones,
Para que las guardes en un polvoriento baúl
De donde poderlas rescatar
Cuando, por fin, sea libre como el viento
Para escoger vivir junto a ti.