miércoles, 21 de junio de 2006

LAS RUNAS DE GËVÊL





Esta historia se remonta a una época pasada, casi ya olvidada por el devenir del tiempo. Una época épica, gloriosa, donde el valor de los hombres se medía por las hazañas conseguidas por el rugir de los aceros de sus espadas y el valor de sus corazones. Una época donde la imaginación era realidad y la magia era un arte transmitida de maestros a aprendices. En la tierra de Iösth, en los confines del mar de Heth Nüj habitaba un poderoso rey. Se había ganado la fama en el campo de batalla y era dueño y señor de la mitad del mundo conocido. Se había sabido rodear de fieles súbditos y caballeros de distintas razas: hombres, elfos y enanos. Su nombre, Îfthyq, era sinónimo de bondad y respeto. Procuraba gobernar con justicia e inteligencia, ideales en principio difíciles de aplicar de forma conjunta. Para facilitar estas labores gozaba del consejo de un sabio, que además era practicante de las artes oscuras, es decir, un mago en toda regla. Sin embargo por aquellos días unas terribles enfermedades estaban aquejando a la población. Los remedios y medicinas tradicionales no surtían efecto. El rey, rodeado de médicos, magos y su consejero, trataba de encontrar una solución. Un día llegó a palacio un clérigo que solicitó una audiencia con el rey. El tema del que iban a tratar era muy importante, casi un asunto de estado. El rey, embargado por la curiosidad, aceptó hablar personalmente con él. El clérigo se llamaba Näîl y pertenecía a la Orden de los devotos de Qza, un dios con forma de dragón que representaba el poder de los dragones sobre la faz del mundo. Durante muchos años habían guardado secreta y recelosamente un objeto de culto divino, un amuleto negro con un rubí en el centro que, según cuenta la tradición, había pertenecido al mismísimo Gëvêl, última reencarnación humana de Qza. En el amuleto había grabadas unas extrañas runas en un lenguaje ya olvidado y perdido en el tiempo. En las últimas semanas el amuleto había cambiado de color, se había vuelto blanco, e incluso el rubí había comenzado a emitir unos destellos hasta entonces desconocidos. Todo parecía indicar que algún acontecimiento extraño se avecinaba sobre el mundo y quizás descifrar el mensaje escrito en el objeto era una de las claves para averiguarlo. De este modo, los superiores de la orden decidieron enviarle al rey el amuleto para que su consejero, el mago Pêdvä, cuya sabiduría no tenía parangón, lo descifrase. Näîl sacó de las mangas de su hábito un pañuelo negro, debajo de cual se encontraba el amuleto de Qza, y se lo entregó al rey. Después agradeció al rey su ayuda y le pidió que, en el momento en que se resolviera el enigma, se lo comunicara a la orden y devolviera el objeto. El rey dio su palabra y el clérigo se marchó. Tras abrir el pañuelo, Îfthyq quedó maravillado por la belleza del amuleto. Cuando subió a su habitación se puso delante del espejo y se lo colgó al cuello. Efectivamente era una joya digna de dioses. El amuleto pareció ejercer un extraño poder sobre el rey porque de repente sobre su mente vio pasar imágenes rápidas de un viaje en barco y de un dragón enorme que le atemorizaba. Cuando volvió en sí, consternado por lo que había visto, se quitó el amuleto de encima y llamó a Pêdvä. Cuando llegó el mago, nada le contó de lo acontecido en los instantes previos. Se limitó a entregarle el objeto y explicarle la conversación que mantuvo con Näîl. El mago cogió el amuleto y lo contempló cuidadosamente. Aquella escritura ancestral grabada sobre él no le era familiar. Debía por tanto subir a sus aposentos en la torre del palacio y consultar sus libros de magia y hechicería. Durante una semana estuvo encerrado a cal y canto en el torreón. En ninguno de los libros consultados hasta el momento había encontrado información sobre aquellos caracteres. Estaba cansado, no había podido dormir en todo ese tiempo hasta que por fin dio con el Libro del Lenguaje Prohibido de los Dragones. Este libro había pertenecido a su maestro. Narraba la historia, desde los comienzos, de esta raza de seres alados y los diversos acontecimientos claves de su historia. Hablaba del amuleto y de cómo para poder descifrar sus runas había que invocar a algún espectro del mundo de los espíritus que hubiese pertenecido en sus inicios a la orden de Qza. Advertía también del peligro que suponía la invocación porque si el mago que hacía la llamada no era suficientemente poderoso alguna desgracia podía caer sobre él. Pêdvä aunque no era una persona soberbia, hizo oídos sordos a esta advertencia y decidió realizar la invocación. Hizo un círculo de fuego en el suelo con un triángulo equilátero inscrito en él. Pronunció las palabras indicadas en el libro y de repente, como si de una explosión de fuegos artificiales se tratase, apareció ante él la silueta de una forma fantasmagórica. El mago saludó al espíritu y le preguntó si conocía el significado de los extraños caracteres. El espíritu con un ligero movimiento de cabeza asintió y con una voz de ultratumba dijo:


- En tu lenguaje dicen lo siguiente “Cuando el color de la piedra mute y la luz roja haga su aparición, entonces estará muy cerca la llegada de Qza y de su reencarnación. Entonces el mundo de los muertos y de los que viven en el recuerdo se fusionará con el de los vivos y todos seréis súbditos del todopoderoso dios de los dragones. El miedo y el terror volverán a gobernar en un mundo de tinieblas”.


Ante estas palabras el mago quedó preocupado y le indicó al espíritu si había algún modo de impedir la llegada.


- Sólo una persona de corazón puro y gran valor podría impedir su llegada. Para ello debe ir a la isla Nqieëakd donde se encuentra el templo primitivo de Gëvêl y conversar con el espíritu de este. Sólo así encontrará la respuesta – replicó el espíritu -.


Tras pronunciar estas palabras la conversación de ambos se vio interrumpida por la aparición de un segundo espíritu, cuya figura era realmente tenebrosa. El primero de los espíritus se asustó con la llegada del otro e indicó a Pêdvä que debía huir. El mago no entendió el motivo. De repente el segundo espectro lanzó un rayo que fulminó al primero. Y cuando el mago se disponía a salir del círculo se dio cuenta que estaba inmovilizado. El espectro agresor le retenía y por momentos aumentaba de tamaño. Cuando su altura se estabilizó pronunció unas palabras con una voz atronadora:


- Soy Qza, el todopoderoso señor de los dragones y del mundo oscuro. Largo tiempo he esperado mi vuelta al mundo después de un largo exilio al otro lado. Tú, humano, has sido un inconciente al invocar a los espíritus de mi orden, pero más aún al tratar de impedir mi llegada. Por revelarte la forma de hacerlo he tenido que destruir a mi espectro acólito. Ahora, para mantener oculto ese secreto, voy a reencarnarme en tu forma humana.


El cielo que aparecía despejado hasta ese momento se cubrió de gris y una tormenta de granizo sacudió el palacio del rey. El espectro de Qza se introdujo en el cuerpo del mago y la voluntad del mismo quedó borrada a partir de aquel instante. Tras hurgar en los pensamientos del mago, Qza se dio cuenta que la única persona que podía suponer un obstáculo en sus planes era el rey. Así que ideó un plan para acabar con él. Cuando salió del torreón y adoptando la personalidad de Pêdvä, fue a su presencia. Le comentó que había descifrado, tras una ardua tarea intelectual, las runas. El mensaje decía que cuando el amuleto cambiase de color y emitiese luz su rubí, entonces aquel que fuese lo suficientemente valeroso y tomara un barco, rumbo al oeste, encontraría una isla donde nacía una planta capaz de curar todo tipo de enfermedades. Para llegar a ella debía superar algunos peligros. Además la isla sólo permanecería emergida durante cien días. Una vez transcurrido ese tiempo se hundiría en el océano y no volvería a aparecer hasta transcurridos otros mil años. El rey pensó que embarcarse en aquella aventura peligrosa merecía la pena para salvar a su pueblo. Así que escogió a sus más valerosos guerreros y fletó un barco. Decidió dejar a esposa como regente en su ausencia y siempre apoyándose en los consejos del mago. Tras partir el barco muchas cosas cambiaron en el reino. Qza instauró un régimen de terror y miedo en el país. La primera de sus acciones al tomar el poder fue llamar a los dragones negros. Los dragones negros son una raza especial de dragones creada por él. Son seres malvados, sin compasión, sedientos de sangre y de venganza. Con ellos consiguió derrotar al ejército que permanecía junto a la reina y someter también al pueblo a su control. Para poder perpetuar su reinado sobre el mundo sedujo a la reina con artes oscuras y contra su voluntad para que le diera descendencia. De esta forma cuando su forma humana pereciera, todas sus enseñanzas malévolas permanecerían en su progenie, sin necesidad de esperar otro lapso de tiempo para reencarnarse. Mientras ocurrían estos sucesos en el reino, el barco del rey continuaba rumbo al oeste. Los guerreros embarcados empezaban a desalentarse porque habían transcurrido ya muchos días desde la partida y aún no había avistado tierra. El rey acostumbraba a rodearse en sus campañas militares de un grupo de caballeros leales. Con ellos discutía todas las estrategias que iba a desarrollar en el campo de batalla y se dejaba aconsejar. El primero de ellos se llamaba Lösaiqr. Era elfo. Capaz de moverse veloz como el viento y con una mirada de águila, podía distinguir la figura de una persona a cientos de kilómetros de distancia. Era muy hábil con el arco. Bïfmz era también elfo, hermano gemelo de Lösaiqr. Su destreza más destacable era la de poder seguir la pista de cualquiera animal aunque dejara pocos rastros ya que poseía un oído y un olfato inigualables. Del lado de los enanos tenemos a Wëòtp, muy habilidoso en la fabricación de armas mediante trabajos en fragua y un maravilloso orfebre. Por último estaba Gîyx, humano, hijo del lugarteniente del anterior rey, el padre de Îfthyq. Prácticamente habían crecido y educado como hermanos pues eran de la misma edad. Este conjunto de caballeros constituían la cúpula militar más cercana al rey. Después de un mes de viaje y viendo el rey cómo estaban los ánimos entre la tripulación decidió reunir a sus guerreros más allegados.


- Bueno chicos, no sé cómo lo veréis vosotros pero a mi esta situación no me gusta. Los ánimos están muy tensos y en cualquier momento se puede producir un motín. He oído que hay quiénes piensan que lo mejor sería dar media vuelta y volver a casa. Pero necesitamos esa planta para salvar a nuestra gente – dijo el rey -.


- A mí me parece raro que todavía no hayamos avistado tierra. ¿Estás seguro que la dirección era oeste? Puede que entendiésemos mal las palabras del mago. Además prefiero andar sobre algo rígido. Nunca me gustó navegar – replicó Wëòtp -.


- ¡Pues claro que dijo oeste¡ Todos estábamos allí presentes cuando nos narro el significado del mensaje. Lo más probable es que estemos cerca. Yo confio en que pronto llegaremos a la isla, antes de que trascurran los cien días. De no ser así nos moriremos de hambre porque las provisiones empezarán a escasear dentro de poco tiempo – advirtió Lösaiqr -.


- Lo que es obvio es que cuando antes lleguemos antes podremos regresar a casa. La idea de dejar el reino en manos de un ejército novato no me reconforta. Puede haber algún país vecino que se atreva a atacarnos ante la ausencia del rey – argumentó Gîyx -.


La conversación se vio interrumpida por los gritos del vigía del barco. Quizás por fin habían avistado tierra. Sin embargo el grito de alerta se debía a otra cosa. Un ejército de dragones negros se aproximaba por la popa del barco. Habían sido enviados por Qza. Lo del viaje para buscar la planta había sido la excusa perfecta para colocar al rey y su séquito en esta posición desfavorable. En el mar y sin ningún sitio donde refugiarse la aplastante supremacía de los dragones acabaría con el ejército real de una vez por todas y no habría escapatoria posible. En estos instantes el rey recordó las imágenes que vio cuando se colgó el amuleto. El fin de sus días se hallaba cerca. Sin embargo, él nunca se había amedrentado ante las situaciones adversas. Así que decidió luchar con su ejército. Poco pudieron hacer los suyos en la batalla. Rodeados por una banda de dragones el único arma efectiva era la utilización de flechas. Sin embargo la piel de los dragones era muy resistente y el aliento de fuego de los mismos convirtió el barco en una antorcha gigante. Por último las embestidas de estas abominables criaturas acabaron destrozando en mil pedazos la maltrecha nave. La batalla se perdió pero no la guerra. Cuando el rey despertó se encontraba en una habitación blanca con conchas marinas colgadas en las paredes. Sobresaltado salió de la cama y decidió abandonar la habitación en busca de una respuesta a todas las preguntas que ahora se le planteaban. Tras cruzar la puerta de la habitación llegó a una enorme sala donde se encontraban sus amigos Bïfmz, Gîyx, Lösaiqr y Wëòtp junto a otras extrañas criaturas. Después de quedar hecho añicos el barco y a merced de las olas, habíamos sido rescatados por los sinérferes. Estos seres pueden considerarse una evolución de la especie humana. Poseen unas branquias en el cuello que les permite respirar bajo el agua. Viven en pequeñas colonias bajo el mar de Heth Nüj y rara vez tenían contacto con la gente de la superficie, como ellos la llamaban. A ellos habían llegado noticias de los cambios producidos en el reino de Iösth tras la toma de posesión de Qza y habían estado vigilado toda la travesía del barco desde sus inicios. Tras conocer todo lo acontecido el rey se quedó muy inquieto y preocupado. Cómo podía luchar contra semejante adversario y su ejército de dragones negros. Uno de los sinérferes se acercó a él y le habló:


- Entiendo tu malestar y preocupación, el cual yo también comparto. No sólo peligra el mundo exterior que tú conoces bien sino también nuestro mundo submarino. Qza es un ser hambriento de conquista y de poder que pronto querrá dominar a todos los pueblos que existen. Es nuestro deber y obligación unirlos en la lucha por nuestra libertad.


- Sí, pero qué posibilidades de éxito tenemos. ¿Cómo vamos a luchar contra la magia y los dragones?


- Aunque tenemos pocas probabilidades de alcanzar el éxito no debemos rendirnos. Existe una posibilidad pequeña de éxito y depende únicamente de ti.


- ¿De mí? ¿cuál es?, dime – respondió Îfthyq -.


- Debes ir sólo a la isla Nqieëakd donde se encuentra el templo primitivo de Gëvêl y conversar con el espíritu de este. Sólo así hallarás la respuesta.


- ¿Cómo sabes tú que yo soy el que debe ir allí?


- Porque me lo dijo tu amigo Pêdvä. Yo soy su maestro y puedo establecer conexión telepática con él. Esas fueron sus últimos pensamientos antes de que su mente fuera anulada por el espectro de Qza.


Tras la conversación con el maestro de Pêdvä, el rey se reunió con sus amigos para idear un plan de ataque. Los sinérferes habían reclutado un ejército bastante numeroso aunque potencialmente débil frente a los dragones. Aunque no era un pueblo que se caracterizara por la lucha eran personas muy valientes y con una adecuada instrucción de los amigos del rey podían llegar a convertirse en una amenaza a tomar en consideración. Tras dos semanas de preparación el ejército sinerfer estaba preparado para el combate. Fue entonces cuando llegaron noticias de que Qza al mando de su ejército de dragones se disponía a adentrarse en el mar de Heth Nüj e iniciar su conquista marina. Bïfmz, Gîyx, Lösaiqr y Wëòtp, al mando de un escuadrón cada uno de ellos, se dirigieron a las orillas de la costa a plantarle cara a la invasión. Por otro lado los sinérferes se encargaron de trasladar al rey hasta la isla de Nqieëakd. Todo el peso del futuro del mundo caía ahora sobre los hombres de Îfthyq, una responsabilidad quizá demasiada pesada incluso para él. La isla estaba llena de vegetación. Tenía un aspecto inhóspito y parecía que nunca un ser humano se había acercado por allí. Después de mucho caminar encontró un sendero despejado que le condujo hasta el templo. En la puerta del mismo había sentada una persona. Cuando se acercó a él, el rey le preguntó si sabía dónde podía encontrar al espíritu de Gëvêl. La persona se levantó y le indicó que aquél al que buscaba se encontraba delante de sus propios ojos. Sin más dilación se apresuró a preguntarle sobre la forma de derrotar a Qza. El espectro le advirtió que si quería conocer la respuesta tendría que estar dispuesto a pagar un alto precio, sea cual sea. Îfthyq aceptó sin vacilar.


- Te diré sin más dilación lo que deseas. Coge esta poción y este silbato. Cuando te halles cerca de Qza haz sonar el silbato y bebe la poción. Lo que pase a partir de ahí debes descubrirlo por ti mismo. Si finalmente consigues tu propósito debes volver a este lugar y pagar con tu vida esta deuda contraída conmigo – dijo el espíritu -.


- Que así sea, Gëvêl.


Cuando el rey tomó los dos objetos de la mano del espectro se produjo un cambio de escenario. De pronto se vio trasladado por arte de magia a la costa donde en esos instantes se estaba desarrollando la feroz batalla. Las tropas de sinérferes se encontraban diezmadas y acorraladas frente a los acantilados por los dragones negros. Qza se disponía a dar la orden final a su ejército para acabar con la resistencia. Sin dudarlo un momento el rey corrió hacia Qza y recordando las palabras del espíritu hizo sonar el silbato y después bebió la pócima. Un ardor le recorrió la garganta y el estómago. Después empezó a notar una serie de cambios físicos en su cuerpo. Se transformó en un dragón y a la llamada de su silbato acudió un ejército de dragones dorados. Los dragones dorados se enfrentaron a los negros y consiguieron derrotarles. Qza viendo que la batalla había cambiado su curso, se enfureció mucho y se transformó en un dragón negro. Ahora estaban los dos en las mismas condiciones frente a frente. El rey y él se enzarzaron en una cruda batalla en la que se intercambiaron fuego, arañazos y heridas. Sin embargo como el rey estaba más curtido en mil batallas, fue él quien finalmente se alzó con la victoria después de provocarle una herida mortal a Qza. Todo volvió a la normalidad incluso la apariencia humana de Îfthyq, una vez desaparecidos los efectos de la poción. Atendiendo al cumplimiento de su palabra, el rey viajó a la isla de Nqieëakd para presentarse de nuevo ante el espíritu de Gëvêl. El espectro le pidió que se tumbara sobre la mesa de sacrificios y así lo hizo, sin ofrecer resistencia. Gëvêl portaba en la mano una daga larga.


- Veo que estás preparado para aceptar tu suerte. Pues entonces que así sea – dijo el espíritu -.


Y en el momento en que se disponía a clavarla sobre el cuerpo del rey desapareció. Îfthyq se sorprendió por lo ocurrido y escuchó a lo lejos la voz del espectro que le invitaba a salir del templo. Una vez fuera, el espectro felicitó al rey por su corazón puro y valentía demostrados hasta el último momento. La deuda estaba saldada. Además le dio la semilla de una planta con la que ayudaría a curar las enfermedades del reino.



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sábado, 17 de junio de 2006

CITAS A CIEGAS

Como un niño pequeño deseoso de que llegue el momento para estrenar unos zapatos nuevos, así me encuentro yo. Estoy muy nervioso. Esta noche he vuelto a quedar con ella. La conocí hace casi un año cuando empecé a publicar mis escritos en mi espacio. Puedo decir que fue el destino el que se cruzó en nuestras vidas. Yo me encontraba navegando por Internet cuando de pronto coincidimos en una página literaria mientras leía los versos de un poeta de cuyo nombre no logro acordarme. Desde aquel momento nos hemos visto frecuentemente. Para mí ella es muy especial. Es muy culta, habladora, ama la poesía y la narrativa. Además le gusta venir disfrazada. Nunca me aburro a su lado porque normalmente tiene temas de conversación muy variados. Cuando estoy con ella desaparece mi timidez, mi hablar se torna lengua de poeta y mi imaginación se vuelve titánica para inventar maravillosos relatos. Si tuviera que decir cuáles han sido mis momentos de felicidad en este mundo, sin duda diría que fueron aquellos que pasamos juntos. Se ha convertido en mi confesora y no hay nada que mi alma se haya privado en contarle. Cuando hemos acabado nuestra enriquecedora tertulia nos metemos en el mismo lecho. Ella es muy cariñosa. No me abandona ni en sueños. Siempre está conmigo ahí presente. Me encanta estrecharla contra mi pecho, abrazarla, oler su cabello y besarle el cuello. La puedo sentir en cada poro de mi piel, en cada curva de mi cuerpo como si nuestras dos almas se fusionaran en una sola, un solo corazón latiendo por dos. Sólo me siento triste cuando falta sin avisar a la cita. Es entonces cuando no puedo dormir y permanezco en estado de insomnio hasta que despunta el alba. Espero que esta noche no sea una de esas. Por favor no faltes, inspiración.

jueves, 1 de junio de 2006

TODO POR USTEDES (AGRADECIMIENTOS)

Esta noche será sin duda una de las que nunca olvidaré. Los únicos puntos negros que he podido encontrar ha sido mi estado de nerviosismo, que me ha hecho hablar como un inculto, y la pobre comunicación, a través de mi móvil, pero por todo lo demás ha sido una experiencia inimaginable y estupenda. Sé que habéis mandado muchos e-mails al programa y que por falta de tiempo no han podido ser leídos. Además no esperaba recibir llamadas telefónicas en directo. Por todo ello quiero agradeceros vuestro incondicional apoyo. Podría rellenar líneas y líneas de gratitud pero no sería suficiente. Por eso lo haré de la forma que creo que mejor sé, mediante este verso.



Mi nombre
no significa nada
Sin ustedes
yo no sería poeta
Sin cariño ajeno
no sería persona
Sin vuestro apoyo
no sería viento.
Todo lo que aquí habrá y hubiere,
Todo,
Se debe a la gente que me quiere.



P.D.: Ahora disculpadme, amigos míos, que me ausente, debo dedicarme a mis labores por un tiempo. Saludos, Abrazos y Besos. Muakks.

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