jueves, 10 de agosto de 2006

MOBILIARIO PARA CORAZONES DESALOJADOS

Mi madre está siempre regañándome y diciéndome que ordene la habitación. Dice que soy un desastre, que algún día voy a dejar la cabeza por ahí olvidada y tendré que ir a una oficina de objetos perdidos a buscarla. Pero yo no puedo evitar colocar las cosas en ese orden aleatorio tan genuinamente mío. Tengo en mi cuarto un viejo armario de madera con tres puertas. Tras la primera puerta guardo la ropa de invierno. Abundan los jerséis de cuello alto o de cisne, como tú los llamas. Deber ser porque de pequeño siempre me consideré un patito feo y albergaba en mi interior la esperanza de cambiar como en el cuento. Las bufandas son de muchos colores pero tristes porque siempre me acuerdo de las lágrimas de tus ojos en los días de lluvia y de cómo el arco iris de tu sonrisa venía tras de ellas. En cuanto a los guantes, mis preferidos eran los recubiertos interiormente por pelo, tan suavecitos como el tacto de tu cuerpo cuando me estrechabas entre tus brazos. Tras la segunda puerta está la ropa de verano. Todavía tengo esa camiseta de la alegría que me trajiste de las fiestas del pueblo. Me gusta ponérmela cuando voy de paseo con mis amigos por el puente del Alamillo. También tengo la camiseta de la tristeza que me trajo mi hermana cuando estuvo de misionera en África. Me la pongo los días que amenazan con tormenta para pedir que llueva en los desiertos y que las tierras de aquel continente se vuelvan fértiles y ricas. Las bermudas y los pantalones piratas los guardo para cuando voy a la playa. Me gusta otear el horizonte para poder descubrir algún día el velero blanco en el que viajan tus más nobles sentimientos. Detrás de la tercera puerta, ahí tengo escondidos mis sentimientos hacia ti. Quisiera dejarlos escapar, pero tú ya me conoces, soy muy tímido y no quisiera que ellos te hiriesen. Al lado del armario está el reloj de pared. No funciona, sus manecillas siempre marcan la misma hora pero no pienso arreglarlo. Así cuando estamos juntos me parece que el tiempo no transcurre y no me siento abrumado por el paso del mismo. Enfrente de ellos está mi mesita de noche. En sus cajones guardo varios corazones rotos y descoloridos y unas cuantas almas descosidas. Algún día aprenderé a coser para arreglarlos. Cuando la luz de la habitación está apagada y la luz de la lámpara ilumina las estrellas pegadas en el techo me siento como el Principito. Yo no tengo una flor única que riego y cuido pero te tengo a ti, que eres mucho más que eso. La funda de mi almohada tiene tu nombre bordado con letras de oro. Así siempre te tengo presente en mi cabeza cuando sueño contigo. Las sábanas de mi cama tienen el dibujo del mar y cuando me cubro con ellas pienso que soy un náufrago, que espera la llegada de una sirena que le embruje con su canto.


2 comentarios:

virginia dijo...

Me encantan los jerseys de invierno y que sean viejos y lleven bolas, ah y que llueva. besos.Vir.

virginia dijo...

-hola, pasé a desearte buenas nochesss.besis.

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